sábado, 5 de enero de 2013

De levante a poniente

No era Cádiz, era Valencia. Ni había viento. Pero en el ánimo rojiblanco surgía el levante que te aturrulla la cabeza y el poniente que te llena de arena la mirada. Entre el uno y el otro, el Athletic cerró los ojos y se quedó mudo y ciego. De nada le sirvió que en la ventolera inicial (y eso que no había viento) lograse un tanto de Aduriz, en cinco minutos. Un gol de listo, de rápido, de inteligente, de tipo preciso. Un gol de delantero centro al que no le importan los centímetros de sus marcadores, sino que juega con la escuadra y el cartabón del gol. Un golazo de los que no salen en la tele porque tienen más elaboración que presencia y ya se sabe que ahora prima el envoltorio. El Athletic, tenía el balón y tampoco le importaba mucho perderlo -que lo perdía- porque lo recuperaba de inmediato. Por momentos parecía el señor de las moscas, yendo y viniendo, yendo y viniendo, mientras el equipo de JIM (visto lo que ha hecho con el Levante, el mejor entrenador del mundo) se quitaba la arena rojiblanca de los ojos y trataba de ver el campo, acosado por las moscas.

Era el partido soñado por el Athletic que le obligaba, con el gol de Aduriz, al Levante a jugar como no quiere: al ataque, en vez de al contragolpe, arriesgando en vez de sorprendiendo, especulando en vez de corriendo. Pero el Athletic no es un equipo de amaneceres. Le sientan mal las fortunas tempranas. Tampoco ayer estaba formado por futbolistas desequilibrantes. Entre Iraizoz, soberbio, y Aduriz, impagable, había una tropa aguerrida a la que Herrera, el capitán futbolístico, no conseguía activar. Obligado a irse muy atrás, por la condición defensiva de Gurpegui, el partido se le hizo grande y el Athletic fue perdiendo voltaje.
La posesión es como el poder,  hay que saber utilizarla. Y el Athletic acumulaba posesión como los emperadores acumulaban poder sin saber qué pasaba en los alrededores de su castillo. Diop cogió la bandera del Levante. Creció y creció hasta parecer un gigante imparable. En cierto modo, el senegalés era la suma de Herrera y Gurpegui. Habilidoso como el primero y recuperador como el segundo. Dos por uno.

Tanto fue así que recuperó el balón en un ejercicio estajanovista y se inventó una jugada de ataque que Chris convirtió en gol venciendo la velocidad de un desubicado De Marcos y poniendo el balón en la escuadra. Un gol tan accidental y bello como el del Athletic. Solo con eso, con Diop crecido, el Levante ya tenía ventaja, a la que se añadió la inexperiencia de Laporte, al borde del descanso, cuando midió mal el bote del balón y acabó derribando al delantero levantinista en un acto de ceguera e impotencia. Pecado de juventud. No será el último.Tarjeta roja y expulsión. Y Gurpegui de central en el servicio de urgencias. Y Gurpegui, poco después, despistado, mira al cielo, confunde a Iraizoz que acaba saliendo tarde e Iborra (un jugador con potencial, pero tendente al exceso) cabecea a placer.

Ya era poniente para el Athletic. Rota la magia del gol de Aduriz, remontado sin saber por qué y con un futbolista menos. Ya estaba cegado. Se incrementaban las perdidas de balón, se aceleraban los pases. Nadie mandaba en nada, salvo por la inercia del resultado. Tiene el Athletic un problema, al margen de cualquier resultado: demasiados futbolistas están muy por debajo de su nivel exigible. Muniain (que fue sustituido) es una sombra sin nombre. El que más le mira es Iraizoz, porque sabe que sus pérdidas de balón son un obús contra su portería. Susaeta, Iraola, De marcos,.. Demasiados futbolistas importantes por debajo de su coeficiente futbolístico. Un lujo que no puede permitirse.

El Levante es un equipo razonable. Construido sobre vigas veteranas, dirigido por un entrenador modernista y ejecutado por algunos futbolistas especiales como El Zahar, insolente con el balón, que se construyó el tercer gol con un disparo de esos que invitan al lumbago de los porteros: raso, botón y seco. El Athletic ya cedió la bandera. De nada le había valido el paradón de Iraizoz, minutos antes, en un mano a mano con El Zahar. Esas paradas que te elevan la autoestima. ¡Va a ser que si!, piensas. Pero fue que no porque si algo le sobra al Levante es oficio.

Y el poniente barrió la playa rojiblanca hasta dejarla sin arena. Salio Igor Martínez, pero fue una anécdota. Salio Llorente, pero fue para dar trabajo al árbitro auxiliar anotando la sustitución. Podía haber salido Bielsa, de central,  Urrutia de medio centro, Claudio Vivas de portero. El resultado estaba escrito en el viento de levante. Aunque no hubiera viento e hiciera sol.. Ya decía el refrán que "no por mucho tempranear amanece más madruga"

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