sábado, 12 de enero de 2013

Pamplona sin tí

El madridismo tiene motivos para sentarse a pensar. El osasunismo encuentra razones para volver a soñar. En el fondo, todo se explica por el viejo refrán que asegura que no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita. El madridismo puede pensar que el Madrid sin Cristiano es como Venecia sin tí. Y se equivocaría. El museo de los horrores que exibió ayer el equipo de Mourinho en Pamplona tiene más que ver con las carencias futbolísticas del equipo que con la ausencia del gondolero. Y, lo que sería peor, que el equipo quizás piensa que la Liga es robar en casa ajena y que al final siempre es mejor el Euromillón que La Primitiva. Si así fuera, el madridismo y el Madrid irían contra la genética de un club  que ha exhibido los anillos con la misma humildad que se los ha quitado para ganar un partidio.

Osasuna le desnudó. Los rojillos son un equipo en tránsito estructural y hasta genético. Las circunstancias obligan. Al fútbol ya no se puede jugar como en la época de los adorables Bosmediano o Iriguibel (¡ojo allí también jugaron tipos como Zabalza, Goikoetxea o Ziganda). Y en eso está. Ahora afila el estilo más que los dientes y enseguida se dio cuenta de que el Madrid pasaba por allí en su viaje a casi ninguna parte. Tocó la pelota un poquito el equipo de Mou y a los pocos minutos se fue no se sabe a dónde, incapaz de frenar a Osasuna, incapaz de intimidarle, de conectar, confiado a las pillerías de Callejón o a la suerte de los dioses (mas bien lo segundo) sin darse cuenta de que era Pamplona sin tí, de que no había una falta reparadora, un eslalon del chico triste o enfadado, un estrépito del gondolero que de pronto se pusiera a remar por los canales como si estuviera en la Oxford-Cambridge.

El partido era de Cejudo y de Callejón. Es decir, era un partido de meritorios, lo cual es siempre un problema para un equipo como el Madrid que se supone que vive en la quinta avenida, en Manhattan o en Singapur. De pronto, los chicos de la barriada irrumpieron enn la urbanización y desmontaron el tinglado. No era un partido excelso. Sí para Osasuna que dio más de lo que hasta ahora tenía, con la intensidad que se le supone y con la falta de un matador que subrayara sus buenos principios.

En la cueva del banquillo, lejos de los chalets soleados, Mourinho ni se movía, ni hablaba, ni protestaba. Quizás mascullaba la rueda de prensa. O si dejársela a Karanka, con indicaciones previas. Nada funcionaba en el Madrid, porque en el Madrid hace tiempo que no se habla de fútbol, que el fútbol no palpita, que la pasión se ha concentrado en el minipiso del banquillo olvidando la amplitud del jardín por donde ayer deambulaban los futbolistas.

El madridismo debe reflexionar. Y pensar por qué juega Coentrao, salvo para hacer buenos a sus oponentes (un buen chico); y por qué Di María parece una jaculatoria más que un futbolista; y por qué Kaká, un atleta de Dios, está tan descorazonado, que primero da un codazo y luego se comporta como un cadete en una falta lo que le manda al vestuario cuando había salido para ser el salvador. Y por qué Modric juega con la  misma cara de susto con la que sale al campo; y por qué Khedira con Alemania se sale y con el Madrid no entra. Y por qué, sobre todo, un equipo todopoderoso es incapaz de disparar mas que una vez a puerta en todo el partido.

Osasuna fue encomiable. No está para fuegos artificiales pero ayer se inventó una traca entretenida a la que le faltó la pólvora del delantero centro.Kike Sola es móvil, pero le falta gol. Nino tiene días. Le falta gol y eso le impidió ganar a un equipo que ha preferido el ruido a las nueces y cuya mayor condena sería seguir sin hablar de fútbol, romper su ADN, preferir la tormenta a la calma, pensar que su entrenador es el que gana los partidos y que la Liga está perdida. Eso es vivir donde habita el olvido.

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