Llevado al extremo de la santidad, Armstrong midió mál sus fuerzas y los tiempos. Midió bien el tiempo de la EPO, como tantos otros, cuando no era detectable y los controles permitían un 50% de hematocrito como barrera de lo imposible. Ahi se agarró cuando ganó su primer Tour y luego fue creciendo en el control de probabilidades al amparo de su servicio médico con una gallardía rayana con el orgullo del superhéroe que se mueve con criptonita sin malvado a su alrededor que le aceche.
Lance Armstrong |
La insolencia fue su primer error. La egolatría, el segundo. En el ciclismo, más revuelto que las aguas que corrían bajo el puente al que cantaron Simon y Garfunkel, la discreción suele ser un buena consejera. Pero el americano imposible necesitaba soportar su fundación más allá del instinto de superación, queriendo convertirse en el Elliot Ness perseguía a los mafiosos Armstrong, el insolente, criticó, lapidó y amenazó a los dopados y a los habladores que ponìan en cuestión su rectitud deportiva mientras el oleaje le alcanzaba a la barbilla. No hacía pie, pero pataleaba por instinto de supervivencia. Como los bebés. Como nadan los perros.
Su último error fue volver creyendo que su regreso aquilataría su imagen de superhombre, que Contador se rendiría como un pringao, que el ciclismo se pondría a sus pies, sin darse cuenta de que el ciclismo había cambiado, que sus estrategias ya no funcionaban, que la lucha antidopaje estaba en su punto álgido, que las componendas o el estravismo se iban corigiendo. Armstrong volvió con un yo tan grande que parecía un nosotros. Y se estampó contra la realidad. Perdió el apoyo de Nike a su Fundación, EE UU dudó, la Usada le puso el ojo encima, muy encima, porque Estados Unidos es capaz de mirar para otro lado en una invasión o una guerra pero no soporta la mentira, y el superhombre se vió convertido en uno mas. "Yo hacía lo que hacían los demás", dicen que le ha dicho a Ophra en la entrevista que se emite el jueves. Armstrong uno mas... El acusado, altivo ante el juez de primera instancia, agacha la cabeza embutido en su gabardina de pesiglás para confundirse con la masa. Se dopaba porque todos lo hacían, como el ladrón roba porque todos roban, porque el mentiroso miente porque todos mienten. Es el engaño del sudor medininal frente al espectáculo del sudor del músculo.
Ahora el dinero lavará la mentira. Los millones de dólares blanquerán los glóbulos rojos. Su nombre pasará a la historia universal de la infamia. Pero cuando pase por el Peyresourde, por el Tourmalet, por el Aspin, por Alpe D´Huez y grite su nombre no se lo devolverá el eco. Solo habrá silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario