domingo, 27 de enero de 2013

¡Oh Herrera!

A ver si va a ser que Marcelo Bielsa esta temporada ha abierto el libro por detrás y ha decidido que en vez de exprimir al equipo al principio y que llegue muerto al final, prefiere que explote al final aunque arranque un tanto desorejado al principio. Puede ser una explicación, pero hay cientos, para explicar la performance del Athletic ante el Atlético, un rival de postín hasta que decidió ensuciar su inmaculado frac con un repertorio de codazos, empellones, pequeñas trifulcas, alguna que otra llave de yudo y demasiadas interrupciones. Al Cholo le debieron venir a la cabeza sus guerrillas en San Mamés y consideró que en la Catedral se gana con subterfugios más que con fútbol. Se equivocó, porque al Athetic le salió el ramalazo futbolístico y no cayó, más que en un momento, en la pelea suburbial que le proponía su oponente.  Lástima para el Atlético, que afeó su curriculum maravilloso en esta Liga, y lo agradeció el Athletic que pudo jugar frente a un equipo más desquiciado que firme en su fe.

Hay partidos que los deciden los grandes futbolistas y otros que los cambian los futbolistas anónimos, grises, los niños yunteros de un juego reservado para los inquilinos de sus olimpos particulares. El partido lo decidió para el Athletic Ander Herrera, el baby face rojiblanco, el chico que todo lo hace bien pero que tiene una relación muy subsidiaria con el gol. Él es la gestoría rojiblanca, el que gestiona el éxito de los demás. Disparó una vez a puerta, al comienzo, se le fue dos centimetros fuera el misil, y se fue al cuarto de la logística para, por ejemplo, ofrecer una asitencia fantástica a Susaeta en el segundo gol. Antes había marcado San José que estiró el cuello para cabecear como solo una jirafa es capaz de levantarlo del suelo hacia los brotes verdes de una rama.

Para el Atlético, lo decidió para mal el Cebolla Rodríguez que, harto de Ekiza, decidió sacarlo del campo con un plantillazo en el tobillo.Lo malo para él, es que también sacó del encuentro a su equipo que prefirió la justa al fútbol y los codos flotaron como chapotea en el agua un náufrago que no sabe nadar. Los futbolistas que juegan con los codos es que no saben jugar con los pies. Y ahí les pilló el Athletic a los colchoneros, que habían jugado bien la primera mitad, pero que defendieron fatal en la segunda. Hasta De Marcos, otro malencarado con el gol, que había tirado de la boca dos dulces en la primera y en la segunda mitad, encontró un pase magnífico de Aduriz y lo puso en el tejadillo de la red.

Herrera es imprescindible en el Athletic y Aduriz, impagable. Hasta Muniain parece haberse contagiado de la mejoría del enfermo y asoma los detalles que le definen en el marco de un estado físico más adecuado para el tramo final. En el Atlético, cuando se escondió Arda, el resto se fue al escondite. Solo la salida de Adrian le dio una pizca de pimienta. Pero el Cebolla ya había inundado el partido de lágrimas y ya se sabe que con los ojos llorosos se ve mal, borroso. Que Raúl García sacara el partido adelante era una quimera. Su mejor hombre era Courtois, que hasta contagió a Iraizoz para que tuviera una noche feliz. La diferencia entre ambos es que el belga lo hace a menudo y el navarro lo dosifica como si masticara una trufa italiana.

Será que el libro de Bielsa ha comenzado por el final, será que Herrera crece y crece, que el Cebolla se fue a la guerra con los pies de plomo, que Aduriz, harto de meter goles, ahora ha decidido prometérselos a sus compañeros. Y que quizás un mal comienzo sea el principio de un buen final. Y que el Atlético está en la tierra, bien anclado, pero en la tierra.

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