lunes, 21 de enero de 2013

El misterio de Heliópolis

Hay misterios del fútbol que no se desentrañarán nunca. No se sabe por qué un equipo rinde armas u otro se levanta en armas, aunque esté tocado o malherido, en el breve espacio de un descanso en la batalla. Heliópolis -que así se llamó el campo del Betis, como Bilbao se llamó Flaviobriga en la época romana- vió dos partidos en uno, un juego democrático, como no se estila en el país, para que cada cual sacara rendimiento a sus votos. Lo sacó el Betis nada más que se abrió el colegio electoral, a los 52 segundos, porque el Athletic estaba viendo si habían colocado bien los carteles de las puertas, si la hierba estaba bien cuidada, y tal, y tal. E Iraizoz se encontró con un tipo que iba a votar y lo echó al suelo porque la mesa electoral de la defensa aún no se había sentado. Penalti y gol  del Betis, sin quererlo ni el uno ni el otro, porque aún ambos rivales no se habían conocido y por lo tanto no les había dado tiempo a discutir.

Debió pensar el Betis que era pan comio y el Athletic que mejor es perder pronto que tarde y que había mucho tienpo para votar y destrozar la encuestas a pie de urna, es decir, la pena máxima. Cuando el Athletic madruga, en esto de los goles, no suele amanecer más temprano sino que más parece una invitación a la tormenta. El Betis, al amparo del fútbol más tranquilo que espectacular, más efectivo que bello, de Beñat, y del sistema nervioso de Campbell (demasiado extremo para un lateral,que no lo es, como De Marcos), se fue acomodando en el campo, con tanto placer que le pilló la modorra. Si hubiera querido, el Betis güeno, que dicen lo clásicos, hubiera destrozado a un Athletic desgalichado, desencajado, deconstruido como una tortilla de Ferrán Adrià; un desplome, una entelequia. Pero no lo hizo. Seguramente, porque no pudo y porque el penalti le pareció como el descubrimiento de la rosa de Alejandría que buscaba Javier Ruybal, el mito de Andalucía. Y se puso a soñar con ella, cansado y complaciente.

No hay nada peor para un equipo de fútbol que sentirse extraño en un campo de fútbol. Y eso era el Athletic hasta que Ander Herrera decidió resolver la crisis y tomar el campo como +propio, urbanizando su fútbol sin afan especulativo sino asumiendo incluso la resolución de la obra. Y llegó el capataz, Aduriz, y le dedicó una firma sutil a un pase ejemplar de Ander Herrera. El genio no es solo una actitud testicular sino el fruto también de la inteligencia  Y algo pasó en el descanso en los dos vestuarios que el Betis se dedicó a especular con su penalti, como si de una subvención se tratara, y el Athletic decidió pagar la hipoteca  de aquel antiguo error. Fue la segunda parte un ejercicio de soberbia rojiblanca frente al agotaniento bético, fue un acoso en el que prevalecía el miedo al desahucio rojiblanco por encima del acomodo del Betis en su adosado europeo. Herrera se merendó al centro del campo del Betis e hizo grande a Adrián, el portero verdiblanco surgido de la cantera, que aumenta la nómina de buenos porteros de la Liga española.

Debió ganar el Athletic, pero no supo. No pudo. El Betis resistió como resiste la prima de riesgo para no bajar un punto y que se desplome su mercado. Ya Campbell no era Campbell, ya Beñat no era Beñat.. El Betis era Adrián, el portero, el guardés de las pertenencias del Betis que se mantiene en puestos de Champions. Llorente lo vio desde la banda, calentando para la ducha y pensando en Turín, que es lo que le queda, visto lo visto. Hay misterios del fútbol que no se desentrañarán nunca por más vueltas que le demos a la noria. El fútbol tiene vida propia. Nadie se explicará por qué el Betis se echó a temblar despues de haber reído y por qué el Athletic comenzó a reír despues de haber temblado. Futbolísticamente, mejor no saberlo. ¿O será el granuja del duende?

1 comentario:

  1. Error garrafal Edu: Nervión es el barrio donde está el Sánchez Pizjuan.
    Como esto lo lea un bético te enteras
    :-)

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