domingo, 13 de enero de 2013

Dos sílabas, dos goles en Anoeta

El fútbol se compone de sílabas. Fútbol, tiene dos. Gol, tiene una. Árbitro tres. Real, dos. Depor, dos. Hoy vencía el fútbol bisílabo. Sería por lo de "toco y me voy" de Cruyff, dos acciones, ambas inteligentes. Saque de esquina y cabezazo, regate y disparo. Pared y gol. Fiel a esa visión gramatical del fútbol, Anoeta  fue un tapiz húmedo para las acciones urgentes.  Comenzó un Depor de toque rápido, con sello de urgencia y, como la gramática impera, se exhibía Ri-ky (que no es rubio porque se parece  a Michel antes de despeinarse) incomodando a De la Bella y a los centrales realistas, siempre caido a la banda, simulando un suicidio que confiara a la defensa de la Real para que sus compañeros de tropa tuvieran más espacios. Bien es cierto que como tiene alma dedepredador a veces, muchas veces, quería cazar solo. Ri-ki, dos silabas, un par de toques y un centro o un disparo. Y Pizzi, Pi-zzi, hurgaba en la herida de la gramática futbolística con movimientos inesperados, como un cazador más táctico, mentras la Real no encontraba a Ru-bén Par-do, escondido en la maleza, que sin vista al frente ni a sus espaldas daba vueltas por el jardín como un jardinero rutinario. La Real de Montanier no es un equipo que acceda al bosque del fútbol con hambre acumulada. Se toma su tiempo. Se lo piensa. Se enreda en las lianas del contrario y se lleva algún casatañazo hasta que descubre el horizonte.

Una jugada del partido.
El trompazo se lo dió Pi-zzi con una vaselina (aunque no sé por que a esa jugada se le llama vaselina) tras un pase de Bergantiños, un muchachote con poderío alemán y tranco fácil, que aprovechó un error infantil de Illarramendi, otro tipo duro, que quiso estilizarse en el momento y el lugar más inapropiados. Sí, el gol fue bisílabo, pero para entonces ya el partido tenía más recorrido, se había abierto a apellidos más largos, más portentosos, para bien y para mal, y a medida que se alargaba el campo, el Deportivo parecía más eficaz, refrescado por la lluvia intensa de Donostia que le enfriaba el sudor. Al primer error de una Real, bastante improvisada en defensa (con Elustondo de central), se le tiró al cuello en una acción que nació de la fuerza de Bergantiños (manga corta y trote a lo Periko Alonso) y acabó con el tacto sutil de Pi-zzi para elevar el balón por encima de Bra-vo.

La Real ni se había despertado, porque sus ingenieros estaban tomando café. Xa-bi Prie-to y Ru-bén Par-do estaban congelados, crionizados, condenando a Agirretxe a una guerrilla sin futuro, aunque el delantero tuvo  la oportunidad en su frente cuando envió al larguero un segundo remate que anunciaba gol. Griezmann zascandileaba por todo el campo pero solía enredarse en la tela de araña del Depor que cuando se rompía encontraba el oficio de Marchena para encontrar una vía de servicio.

Pero el talento es incontrolable. Está ahí y renace cuando quiere. Ni siquiera reclama un trenzado en la jugada para asomarse a la ventana. Vela, Car-los Ve-la, convirtió el manual del fútbol en un acto solemne.  Recogió de frente, recortó hacia su pierna izquierda, se acomodó y disparó contra el lateral de la red, pero por dentro. Se necesita, en esos casos, un portero de tres metros para evitar el gol. Y Aranzubia no mide tres metros, por más que estirase hasta la axila.

No era un partido estético, pero los goles, antes del descanso, eran un canto al hedonismo futbolístico y un buen presagio. El Depor, urgido por el farol rojo, no había venido a Anoeta a empatar, sino a escalar la primera de las montañas que le esperan. A ver la luz. Y en la segunda mitad convirtió el encuentro en un partido roto, de ida vuelta, de esos que apasionan a todo el mundo menos a los entrenadores, más tácticos que una comisión parlamentaria de investigación. En el Depor surgió la figura de Bru-no Ga-ma, eléctrico, rápido como una ardilla, y en la Real, la amenaza permanente de Griez-mann, del que nunca sabe el defensa lo que puede salir de sus botas.

Y todo fue entretenido hasta que el árbitro le sacó la segunda amarilla a Evaldo, una estúpidez jurídica como las que cometieron los jueces de línea en dos fueras de juego contra la Real que bien pudieran haber acabado en gol. Son humanos, se suele decir en estos casos. La inferioridad numérica mató el tráfico de ida y vuelta en la autopista verde de Anoeta y comenzó un monólogo realista con poca visión de futuro. A veces es más fácil defender con 10 que atacar con 11. Y la Real fue ese ejemplo. Le asustó Oliveira, fortachón pero cejijunto con el gol, y le asustó al Depor la última jugada del partido cuando a Die-go I-frán le faltaron tres milímetros para cabecear un centro desde la derecha a cuatro centímetros de la línea de gol.

Los partidos bisílabos suelen ser así: justos, recios, bravos, densos, parcos, tensos. A veces, cansos. A veces, bellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario