jueves, 17 de enero de 2013

De Jupp a Pep

En España, decir Alemania, futbolísticamente, es decir tropa fortachona, gastadores, guerreros casi míticos que te perseguían hasta el límite del vestuario, finalistas impenitentes del campeonato del mundo (siete veces con tres titulos conseguidos). Decir Alemania es decir Lineker, un inglés, con aquello de que "en el fútbol juegan 11 contra 11..." y ya se sabe. En España, Alemania siempre ha estado mal vista, quizás porque eran muy altos, muy fuertes, muy rubios, aunque en las grandes selecciones alemanas jugaran pocos rubios. Y muy ricos allápor los sesenta y los setenta.. Y porque cuando se hablababa de la furia roja, como unico argumento, venían los nibelungos y con tres mandobles te derribaban. En España se olvidó pronto que en Alemania jugaron un tal Uwe Seeler, o Beckenbauer, a Hoennes, o Rumennige, o Heynckes, o Breitner, u Overath, o Müller (solo recordado por haber sido batido por Messi), o Hrubesch (en adrid seguro que se acuerdan) o Kahn, un portero tan serio como mal encarado, pero bueno, o Brehme, o Briegel, o Netzer, o Schuster....

Alemania era lo que España no era: orden, sudor, fe ciega, fe visual, autoestima. Nada de lamentos, arte y cemento en proporciones no incompatibles. Quien no tenía arte no jugaba, el que tenía aluminosis, tampoco. En España se vendían coches alemanes por ser alemanes, se repatriaban inmigrantes, se fichaban alemanes para el fútbol para que contagiasen a los toreros de muleta y estoque de madera, pero Alemania tenía en España el mismo credito futbolistico que cinematográfico: "peli" alemana, "peli" pesada; fútbol alemán, fútbol pesado. Pero siempre ganaba Alemania...

Guardiola, en un partido del Barça
Pep Guardiola va a otra Alemania, incluso distinta a la de Angela Merkel. El fútbol alemán ha apostado por el crecimiento sostenido: ha pensado que los ciudadanos (espectadores) son las claves del crecimiento, que la televisión no lo es todo,  que un estadio lleno es una apuesta de futuro y un estadio vacío es sálvese quien pueda, que los jeques son oro para hoy y hojalata para mañana. Austeros pero emprendedores (Javi Martínez aparte)

La Alemania de Pep, como la de Raúl, es la Alemania de Heynckes, aquel tipo canoso, con tez sonrosada, que apareció por Bilbao con el humilde empeño de cambiar la manera de jugar del Athletic, de imitar a Panizo, el futbolista que en los años 40-50 jugaba como los argentinos cuando los bilbainos jugaban como los ingleses. Pero lo hizo con la discipñlina alemana: las mesas se recogen tras la comidas, las sillas se dejan en su sitio tras las partidas de cartas, se habla de usted y se mira a los ojos cuando se habla. En Madrid dejó la séptima en 1998, pero al madridismo le parecía un tipo vano. Al madridismo parece que le molesta el éxito: que si Del Bosque estaba gordo, que si  Beenkakker dejó sentado a Butragueño el día que eliminó al PSV, campeón de Europa, que si Pellegrini no tenía "feeling". Heynckes era un alemán en Madrid y ya se sabe que los alemanes son tipos raros: Netzer, Breitner (el maoísta), Schuster... más raros que Fassbinder.

Pero en la Alemania de Pep, hay 13 equipos que han ganado la Bundesliga (sin contar la RDA), aunque el Bayern sea el dominador de la competición (con 22 titulos). Hay un mariscal, pero muchos generales con ganas de dar un golpe de Estado. Hay quien acusa a Pep de haber aceptado la oferta más confortable , la menos areriesgada, sin saber que todo lo que haga Pep tendrá un riesgo. El de su pasado glorioso en el Barça, por el que se le va a medir, por el que se le va a valorar. España cuando se quitó el complejo alemán lo hizo con euros. Y decidió que era la mejor Liga del mundo, solo amenazada por la Premier y el Calcio. Lo medía en dinero. En España casi todo, para bien o para mal, se mide en dinero. Y por dinero se autoerigió en la mejor aunque los tintes escoceses del campeonato se adivinaran bajo la falda del Madrtid y el Barça y bajo la gorra de las televisiones.

Heynckes en su época en Tenerife
Pep quería lo más parecido a un club, donde convivirá con egos altivos pero ineligentes como Franz Beckenbauer, Uli Hoeness, Karl-Heinz Rummenigge, tipos duros y finos a la vez, pero tipos que creen en el futuro, tipos con toda la mar detrás, llenos de títulos pero que ahora ofician en los despachos, que quieren devolver al Bayern al trono de Europa, insolentes por lo que fueron y humildes por lo que son, con la pausa alemana y la creencia de que la ingeniería española en el fútbol también funciona. A Pep le atrae el Bayern, pero le atrae Alemania, un mundo desconocido para los españoles tras el regreso de los emigrantes a partir de los setenta. Para Pep,el fútbol es muy importante, pero no es lo único importante. Sabe que detrás del fútbol, o mejor dicho delante, siempre hay un país, una cultura, un idioma singulares aunque en el fútbol siempre valga una mirada. Las mismas razones que trajeron a España a Jupp Heynckes. Al final, en el Bayern, de Jupp a Pep no hay más que un paso.


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