sábado, 26 de enero de 2013

Tipos de interés en Balaídos

En los sótanos de la Liga española habitan tipos de interés. A veces son ascensoristas, por su experiencia, y a veces subastas del tesoro a un interés relativamente bajo, pero de fiabilidad probada. Michael Krohn-Dehli parece cualquier cosas menos un futbolista danés al uso. No es alto (1,70m), medio rubio, con cara de cansado desde que accede al campo. Nada más lejos de Soren Lerby, Laudrup, Morten Olsen, Eljkaer Larssen, si acaso Simonsen, y nunca Povlsen o Rommedahl. Krohn-Dehli pretenece al nuevo modelo centroeuropoeo de los futbolistas daneses. Pequeño pero recio, grande en el esfuerzo, desatado en la actitud y criado en Holanda, aunque nunca le gustase a Ronald Koeman y fuera un trashumante por el país de los tulipanes en busca de un invernadero que nunca encontró. En el Brondby, curiosamente el club donde nació Michael Laudrup, un  icono danés del fútbol mundial, encontró otro Michael, Kronh-Dehli, la cuna apropiada para hacerse un hombre.

Ahora el Celta lo ha captado y es el centrocampista que parece que siempre está huyendo del frío, por lo que corre, y el tipo servicial, por lo que asiste a sus compañeros para hecerlos más grandes. Ayer invirtió los papeles con Iago Aspas y pasó de asistente a matador con un gol bien pensado por el danés, bien cocinado por el gallego y bien presentado en la red por el futbolista de Copenhague con un  toque que tuvo más éxito en el juego de cintura que en el empuje con el empeine. Cuando peor jugaba el Celta, cuando Oubiña estaba más desorientado, cuando Bermejo estaba más perdido, fuera de lugar, un danés bajito, con cara de cansado, le metió una transfusión a un equipo acostumbrado a su ventolera pulmonar pero desacostumbrado a que clavara las jeringas en la red.

En la Real, la hora, supuestamente, la dan Carlos Vela y Xabi Prieto. Los cuartos, son cosa de Griezmann (ayer suplente), que funciona a espasmos, los minutos corren por cuenta de Agirretxe (también suplente), y el segundo a segundo es un asunto que recae en el péndulo de futbolistas como Illarramendi, gris y necesario como el otoño, y Elustondo, un futbolista portentoso, al que las circunstancias le han obligado a jugar como  central, pero que como mediocampista se antoja el fiel de la balanza realista. Krohn-Dehli, el danés bajito, se alegró de verlo tan lejos. Y Elustondo, porque si algo no tiene límite es el alma (por desconocida), firmó un empate de cabeza entre Celta y Real Sociedad que no dejó a gusto a nadie: al Celta porque se vio ganador hasta que Augusto  (nada a gusto) se autoexpusló al poco de iniciarse la segunda mitad, y a la Real porque siendo mejor no supo ser mejor en el marcador. Sin un "nueve" (e Ifrán no lo es, por más que se empeñe Montanier), la Real se desangra y parece, a veces, un donante de sangre, de vida.

La Real es mejor equipo de lo que cree ser y el Celta dejó de creer que era un buen equipo cuando Iago Aspas se quedó en el vestuario lesionado y luego se vio con diez en el campo, a pesar de ir ganando. La inferioridad numérica plantea siempre un test de autoestima: si los superas, puedes ganar; si dimites, te conformas con empatar y opositas a perder. El Celta se quedó a mitad de camino y la Real también. Miedo a volar, miedo a caer. Krohn-Dehli seguía corriendo, con esa capacidad que tiene para ser un defensor y un llegador al mismo tiempo, como si el campo fuera la distancia que separa su casa de la panadería.

Debió ganar la Real si se hubiera puesto a ello, pero Montanier no es de los entrenadores que mezcla estilos. No concibe a los Rolling tocando Brown Sugar y luego Angie. Y cuando reaccionó, ya el Celta era una muralla china que sólo defendía el territorio. La clavó Elustondo porque le puede el alma de centrocampista llegador aunque juegue de central, ahora. El Celta se llevó un punto y la sensación de que tiene una perla en bruto de casi 30 años, danés, bajito y con cara de cansado, y la Real la sensación de que está para abodar los camarotes más nobles del trasatlántico de la Liga pero no se atreve a incomodar al acomodador. Y es que en los sótanos del fútbol habitan especies muy preciadas. Y muy divertidas.

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