sábado, 15 de diciembre de 2012

Rabo de nube, cola de vaca

Supongo que a Silvio Rodríguez el fútbol le queda por debajo de las serpientes y que la cola de vaca está reservada para los toros del fútbol. Y que los escorpiones son propiedad privada de un loco, otro, del balompié, como el colombiano Higuita, que decidió despejar un balón con los tacones en Wembley porque le salió de los pezones o de los cajones de su alma aventurera. Iraizoz no llegó a tanto, pero se asomó. Lo cierto es que en Mallorca, en apenas media hora, el Athetic reivindicó a todos sus buenos fantasmas, les lavó la sábana, la planchó con mimo y la exhibió como en un anuncio de detergentes milagrosos, de esos en los que no hace falta ni lavadora para resucitar la camiseta guarreada por el niño. Con una cubeta de agua basta. Primero fue Aduriz, el delantero clásico, el galeote, el gladiador, el que tira del manual del delantero centro para exacerbarlo. Ayer intervino en la jugada previa a su gol tocando de espaldas, colaborando con el prójimo y buscando ese pico del área donde vive como un rico melancólico y feliz, esperando la llegada de buenas noticias. Le llegaron. Fue un centro desde el costado, tan  clásico como una carta manuscrita, ni siquiera una carta de amor, que Aduriz esperó volando como un pájaro, demostrando porqué es un futbolista que se cuelga del cielo. No le escupe, sólo se cuelga porque es capaz de agarrarse al rabo de la nube de la que hablaba Silvio Rodríguez refiriéndose a los que siempre aspiran a más.

Fue el detonante.. La verdad es que la jugada no era ganadora. La hizo él, agarrándose al cielo y golpeando el balón con la cabeza con la naturalidad del principito. Coser y cantar. Luego, roto el marcador del Iberostar Stadium, apareció Ander Herrera, con sus requiebros andaluces, con sus giros aragoneses y con sus puntadas de jota vasca, para construir su cola de vaca. Hubo un momento en el que Herrera se zafó de dos contrarios con un  punteo, un puenteo y un desborde que iban más allá el partido. Y ya no paró hasta meterse Mallorca en el bolsillo sin necesidad de arrugarla, por más que el equipo de Caparrós intentara ahogarle con faltas técnicas, semitécnicas o intratables que nunca le desarmaron.

Iraizoz, en una imagen de archivo.
Pero tiene el Athletic un aire de cenicienta que a medida que avanza el reloj se le va parando la cuerda, agotando la pila, entrándole el miedo de la calabaza. La carrocería se le rompe, el sapo asoma, el príncipe es feo y la madrastra mira el reloj. Entonces se guarece y eso siempre es una lotería. Ayer le salió bien porque Iraizoz decidió ser también rabo de nube, empezar a sacar manos, filamentos incluso de su guantera, para convertir en oportunidades fallidas las operaciones de negocio que proponía el encorajinado Mallorca, Una, dos, tres cuatro, cinco, seis veces sacó sus largos brazos  para mandar a las nubes los relámpagos del Mallorca que amenazan su portería. Iraizoz era feliz en su firmamento del mismo modo que el Athletic se acoquinaba en su realidad terrenal. Con San José incrustado en la defensa, Herrera obligado a estirar su  cola de vaca hasta la inmensidad, Muniain buscando a Wally (era Unsue, aunque él no lo supiera) sin encontrarse, y De Marcos viviendo la soledad del corredor de fondo, el Athletic jugó con fuego. Y el fuego quema. El mejor Bielsa jamás hubiera imaginado un entrenamiento mejor para Iraizoz y un descrédito peor para Hemed al que la portería le pareció de hockey.

Tuvo por momentos el Athletic aires italianos y el Mallorca los aires ingleses que adornan el turismo de su isla. Pero ambos escenificaban la cena de los pobres, esa en las que todos dejan el trozo de tocino para el final aún a riesgo de no comerlo cuando suena la campana. Bielsa prefirió mantener a Muniain, quizás porque no supo que estaba en el campo aunque solo bastaba ver que las correrías de Nsue nunca estaban perseguidas por el jugador navarro. Cuando le advirtíó en la banda, lo cambió. Se agigantó Laporte haciendo el papel de cortafuegos. Pero la victoria era una cuestión de justicia poética. Y eso estaba en manos de Aduriz, en plena nube, de Herrera, colibrí del centro del campo, y de Iraizoz, espantapájaros de su huerto privado. Fue un homenaje a Silvio Rodríguez aunque él no lo sepa. El Mallorca de Caparrós estuvo simplemente en casa, es decir, mudo. Escuchando. Ver vídeo

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