martes, 18 de diciembre de 2012

El universo de Josu

Josu Urrutia siempre ha tenido la cabeza fría y el corazón caliente. Lo tenía cuando era un futbolista exquisito, en su arranque y en su madurez, y cuando era un jugador racionalista (la edad y la rodilla le obligaron a serlo) en su veteranía, de eso que miden los partidos palmo a palmo y saben que a veces en el juego lo mejor es enemigo de lo bueno. Siempre lo ha creído y lo sigue creyendo, Como presidente sigue en el centro del campo protegiendo el balón, más que jugándolo, más que arriesgándolo, teniéndolo como un bien preciado. El tema es que el balón ahora es el Athletic, una entidad que adora y  mima con gran pasión. Tanta que hasta algunos de sus amigos o valedores o conocidos o defensores le llamaban en oasiones el talibán vizcaíno, no criticando sus actitudes, sino exagerando el halago.

Urrutia se ha hecho fuerte en sus esencias, cuyo tarro no gusta destapar y lo administra como aquellas señoras de antes medían la colonia de los domingos. En esa tesitura se ha visto metido en un envoltorio circular: su afan por huir de los focos, por escapar de las portadas, por ceder protagonismo, por difuminar su presencia ha acabado por convertir cada comparecencia en un acto singular, una especie de termómetro que generalmente concluye en la tibieza que a unos tranquiliza y a otros excita.

Josu Urrutia, presidente del Athletic / RadioNervion


De lo que no cabe duda es que Josu Urrutia no ha cambiado su manera de proceder en función de los resultados. Lo que hizo cuando el Athletic, la pasada temporada, casi se come el mundo es lo mismo que hace, la presente campaña, cuando las dudas ha comido demasiadas uñas en San Mamés. No hay ventaja ni desventaja. Si hubo acierto o hubo error lo fue antes y ahora y probablemente lo habrá durante todo su mandato. No es fácil que Josu Urrutia cambie de pensamiento sin antes darle un millón de vueltas a los porqués, a los motivos y a las necesidades.


Quizá con esa vara de medir que trata de retornar a los viejos mandatarios silentes, a los que no salían en los periódicos y paseaban anónimos por la calle, no se pueda en los tiempos actuales manejarse, por más que el Athletic sea el club más singular del mundo. Hoy el mundo del fútbol ha cambiado, porque ha cambiado el mundo, y entre el pío pío permanente de algunos dirigentes y el silencio atronador de otros (Florentino Pérez incluido) hay una melodía, un hilo musical que ayuda a mantenetr viva la llama de las esencias.

Y bien que lo ha tenido que notar el presidente del Athletic, que ajeno a su estilo personal ha tenido algún desaire, bien es cierto que inducido, que ha afeado su imagen. Tratarle a Bielsa de empleado, en un escueto comunicado, podía dentenderse como la reacción visceral a la arrogancia del entrenador cuando se autoerigió en representante del club en el caso de las obras. Dos actitudes impropias de dos tipos que han hecho de la inteligencia y la reflexión su forma de manejarse en la vida. La reacción de hoy en la rueda de prensa contestando en euskera a una pregunta en castellano, en reacción a un tuit -desafortunado, pero un tuit- de un periodista no pega con el estilo de ningún presidente del Athletic, y menos aún de Josu Urrutia.

Desgraciadamente para él, si algo no puede perder un presidente del Athletic es la calma. Y menos un presidente que sólo tiene un debate encima de la mesa, aunque resuelto de forma contundente por su parte: el caso Llorente.Unos a favor de dejarle marchar y sacar un dinero a cambio, otros -como la Junta Directiva- dispuestos a mantenerlo hasta el 30 de junio (si no hay pago de cláusula, que no lo habrá) "porque mejora el equipo" aunque sea de suplente, según la versión oficial. En el fondo del asunto palpita más la idea de que el Athletic no quiere propiciar una operación de puertas abiertas que tarde o temprano se volvería en su contra. Es el único caso. La oferta "definitiva" a Amorebieta parece lógica. Todas las negociaciones que se eternizan acaban pudriéndose. Y eso no es bueno para el club ni para el jugador. El maremoto del verano ha sido más formal que profundo, aunque las formas en el Athletic tienen un valor insoslayable.

Cercanía se llama el juego más favorable en este caso para el Athletic. Cercanía del presidente, del entrenador, de los jugadores con los socios y los aficionados, con los medios de comunicación- como intermediario, nada más- ante el lector o el oyente o el televidente. Cuantas más vallas se ponen en Lezama más se parece el Athletic al resto. Y eso, sin duda, sería su muerte.

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