domingo, 16 de diciembre de 2012

Aduriz sí que es un caso

Cuando el Athletic le ofreció volver, Aritz Aduriz sabía -o alguien se lo diría- que en el universo futbolístico de Marcelo Bielsa, por grande que sea, no caben dos delanteros centro juntos, salvo que la urgencia del resultado unida a la falta de tiempo le obliguen a apelar a Groucho Marx y modificar sus principios.Y Aritz Aduriz sabía que un tal Llorente, de nombre Fernando, andaba por San Mamés y por medio mundo haciendo estragos en los conjuntos rivales. Aún así, sabiéndose fondo de armario, decidió volver a la indumentaria rojiblanca. Y calló.

Cuando el Athletic le ofreció volver, un  pequeño o gran escalofrío debió recorrerle el cuerpo ,y ya se sabe que los escalofríos lo mismo son anuncios somáticos de alegría que de rabia, de ternura que de tristeza. No en vano la relación de Aduriz no ha sido precisamente la de un casamiento a la antigua usanza, sino la de un divorcio permanente. Debutó hace 10 temporadas, jugó tres partidos y puerta. Volver a empezar en 2ªB (Burgos), en 2ªA (Valladolid) y vuelta al Athletic vestido de rojiblanco tres temporadas antes de que la falta de liquidez de la entidad le obligara a un nuevo "exilio", primero en Mallorca (que lo usó, pero no pagó cuanto debía) y luego en Valencia. Cuando el Athletic le ofreció volver, olvidó y aceptó.Y volvió a callar.

Cuando, ya en Bilbao, Marcelo Bielsa, en plena refriega con los dirigente del club, dijo que ni él ni Ismael López eran fichajes que él hubiese solicitado ni tenían el perfil de los futbolistas que buscaba, Aduriz debió pensar que iba a gastar más en chándals que en camisetas en su nuevo viejo equipo. Con Llorente por delante y Bielsa abriendo la caja de los truenos, el delantero rojiblanco debió mirar al banquillo y pensar "que hay de nuevo, viejo". Pero siguió y calló.

Aritz Aduriz en una imagen de archivo.
Cuando a la bomba de relojería de Fernando Llorente se le acabaron los segundos y estalló en las manos de todos, el terremoto le pilló a Aduriz en el epicentro de un conflicto en el que no había participado y que jamás creyó que pudiera producirse. Mientras el caso Llorente se dilucidaba en los despachos, en las paginas de los periódicos, en los programas de radio y televisión, en las tertulias, en las tabernas, en el reino de las filias y las fobias, Aduriz estaba en las miradas anhelantes o aviesas de los aficionados, según fueran sus ojos partidarios o detractores de Llorente. Demasiado ruido alrededor de un fubolista hecho a sí mismo, sin anillos que pudiera perder ni coleta que hubiera de cortar. Aduriz sabía, sin que nadie se lo dijera, que era el intruso para los llorentistas, y el jedi para los antifernandistas. Todo un marrón para un tipo duro desde que Bielsa le dió el puesto de delantero centro en un universo en el que solo cabe un "nueve". Aduriz aceptó el cargo, y calló, aunque en el campo habló sin parar, llenó la cesta de goles (lleva 14 en sus 23 encuentros oficiales) y en Liga ha anotado prácticamente la mitad de los obtenidos por el Athletic (10 de 21) en los 15 partidos que ha jugado.

Cuando el Athletic le ofreció volver, la Junta Directiva ya sabía que la renovación de Fernando Llorente estaba encallada y se abrían cada vez más vías de agua que podían acabar con el delantero internacional lejos, muy lejos del nuevo San Mamés, al que sólo acudiría, quizás, como visitante. Aduriz, lo supiera o no, -lo normal es que no- cogió la guerrera, la cartuchera de goles, el pacífico rifle del éxito, y se vino para Bilbao. Aduriz le pidió a su presidente- que también se llamaba Llorente- que de no seguir en Valencia, favoreciera su regreso al Athletic. Mientras, en Bilbao, Llorente, el futbolista, balbuceaba la posibilidad de no seguir en el club de Ibaigane. Lo que para Aduriz era un punto de destino, para Fernando Llorente era un punto de partida.

En realidad, el "caso Llorente" ha oscurecido el verdadero "caso Aduriz", el yan y el yin de un mismo juego, siempre bello, pero a veces cruel. El caso Aduriz al final ha oscurecido el caso Llorente. Una buena noticia, para él, para Fernando y para el Athletic. Lo de Aduriz sí que es un caso, lo de Llorente es un ocaso rojiblanco con un futuro espléndido por delante. Que a los tres les vaya bonito.

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